miércoles, 14 de agosto de 2013

Fe y Esperanza

La Fe es un don de Dios.  Es cierto.  La Fe es una virtud.  También es cierto.  La Fe es un acto de la voluntad.  Cierto también.  Pero la Fe es, además, de acuerdo a las Lecturas de hoy, una actitud muy inteligente, porque por medio de la Fe recibimos por adelantado lo que esperamos poseer.  ¿Que...  cómo es esto?

Nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven”  (Hb. 11, 1-2.8-19).    Y ¿qué es lo que esperamos?   Nada menos que el Reino de Dios.  Y eso tendremos... si creemos... y si actuamos de acuerdo a esa Fe.  Jesús mismo nos lo ha prometido al comienzo del Evangelio de hoy: “No temas, rebañito mío, porque mi Padre ha tenido a bien darte el Reino”  (Lc. 12, 32-48).


En las Lecturas de este domingo vemos, entonces, la conexión entre la Fe y la Esperanza.  Esperamos porque creemos, ya que lo que esperamos no lo vemos... al menos no claramente.  Por la Fe creemos, entonces, en lo que no se ve.  Creemos en lo que, sin comprobar, aceptamos como verdad.  Creemos, además, en lo que esperamos recibir en la Vida que nos espera después de esta vida, aunque no lo veamos y aunque no lo podamos comprobar.

Es decir, por la Fe podemos comenzar a gustar desde aquí lo que vamos a recibir Allá.  Podemos comenzar a recibir por adelantado lo que luego tendremos en forma perfecta.  Podemos comenzar a disfrutar en forma velada lo que se llama la “Visión Beatífica”, el ver a Dios “cara a cara” (1 Cor. 13, 12), “tal cual es” (1 Jn. 3, 2).    De allí que la Iglesia Católica se atreva a decirnos en el Nuevo Catecismo: “La Fe es, pues, ya el comienzo de la Vida Eterna” (CIC # 163).

“Ahora, sin embargo, caminamos en la Fe, sin ver todavía”  (2 Cor. 5, 7),  y conocemos a Dios “como en un espejo y en forma opaca, imperfecta, pero luego será cara a cara.  Ahora solamente conozco en parte, pero entonces le conoceré a Él como El me conoce a Mí”  (1 Cor. 13, 12-13).  (cf. CIC #164)


Hay que vivir en Fe, aunque por ahora no podamos ver claramente, sino en forma opaca, imperfecta.  A veces la Fe puede hacerse muy oscura.  Puede ser puesta a prueba.  Las circunstancias de nuestra vida pueden tornarse difíciles y entonces lo que creemos por Fe y lo que esperamos por Esperanza, podría opacarse, podría hasta esconderse.  Es el momento, entonces, de afianzar nuestra Fe. 

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